Una gata embarazada adulta, joven y sana, no tiene por qué tener problemas durante el embarazo pero, por distintas causas, sí puede sufrir un aborto. Una malformación congénita, una enfermedad que impida la correcta progresión de la gestación, una fuerte caída o golpe, una infección uterina o incluso una infestación masiva de parásitos pueden hacer que la gata aborte de manera natural. El dolor evidente y el sangrado abundante y repentino son dos de los síntomas que indican que, lamentablemente, el embarazo de la gata no va a llegar a buen término. ¿Quieres saber más detalles sobre esta posible complicación en el parto de tu gata? Entonces no dudes en seguir leyendo.
¿Qué hago si mi gata ha abortado?
Si esto ocurre, el animal necesita atención veterinaria para evitar mayores complicaciones. Los gatos bebés no natos deben retirarse y proceder a aplicar a la gata un tratamiento con antibióticos que impida que se desarrolle una peligrosa infección.
Ten en cuenta que la pérdida de la camada puede provocar, también, problemas psicológicos a la madre frustrada. No es extraño que en los meses posteriores, la gata sufra un embarazo psicológico o que se dedique a cuidar de un peluche o de un trapo como si fueran sus cachorros. Cuidados médicos, ambiente tranquilo y mucho cariño siempre ayudan.
También, en ocasiones, es necesario provocar el aborto porque resulta evidente que el embarazo no prospera como debiera y el riesgo para la salud y la vida de la gata es real. Por supuesto, sobra decir que la intervención quirúrgica que conlleva el aborto provocado siempre debe hacerla el veterinario en una clínica con todo todas las medidas y garantías sanitarias.
Además, el profesional podrá indicarte el motivo por el que se ha producido poniendo el remedio para que el animal no tenga que pasar otra vez por ese mal trago. Si existe una anomalía física, que hace imposible la gestación segura, el veterinario te informará sobre la necesidad de esterilizar a la gata velando por su salud y bienestar.
